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jueves, 24 de septiembre de 2009

After the gold rush

Dos instantes, dos canciones y un mismo autor: Neil Young. El pasado domingo, segundos antes de que concluyera la final del EuroBasket ’09, acudió a mi mente el título de una de las canciones más populares del gigante canadiense: ‘Heart of Gold’, escrita en 1972 para el legendario álbum ‘Harvest’. Tres palabras capaces de ilustrar de manera redonda el estado de ánimo de casi cualquier seguidor de la selección española en las postrimerías de este extraño mes de septiembre, vivido con los nervios a flor de piel en los albores del torneo y con una pasmosa tranquilidad en su fase final, fruto de ese estilo de juego bipolar que desplegaron los nuestros en el campeonato.

Ahora, en la dulce resaca de un momento inédito en nuestro baloncesto, con esa imagen de Juan Carlos Navarro bromeando para alzar el pesado trofeo de campeones continentales aún en la retina, no puedo evitar acordarme de otra canción del mismo autor: ‘After the Gold Rush’, del LP homónimo publicado en 1970. Tras la fiebre del oro, ya en frío, asomarse a las vitrinas de trofeos del baloncesto español produce una placentera sensación de vértigo. No es sólo la medalla de oro de Polonia, la primera en categoría senior absoluta en un EuroBasket y el broche final a un verano único que ha roto la baraja, sobrepasando cualquier previsión optimista con un balance total de 8 medallas (4 de oro, 2 de plata y 2 de bronce). Al final, las culpables globales de ese “colocón” son las 32 medallas obtenidas en cinco años, la celebración de un EuroBasket en nuestro país, la designación como sede del Mundial 2014 y otras muchas acciones que gozan de menos notoriedad en los medios de comunicación.

Cada sistema tiene seguidores y detractores. No es posible contentar a todo el mundo, al igual que es imposible no cometer errores, pero los resultados no deben dejar lugar a la duda en cuanto al rendimiento actual del baloncesto español, motivo más que suficiente para sentir un orgullo lógico por el trabajo bien hecho. Si hace menos de un mes apelábamos a la confianza y a la perseverancia, ahora, que hace ya tiempo que hemos cogido velocidad de crucero, es una buena ocasión para parar un segundo, coger aire, disfrutar de eso que los americanos llaman ‘momentum', y seguir por el mismo camino.

martes, 25 de agosto de 2009

Un futuro prometedor

Es aún muy pronto para hacer balance del juego de la Selección Española, pero, tras un cómodo partido ante Cuba en Las Palmas, y después de medirse a rivales de mayor entidad como Lituania y Eslovenia en Sevilla, creo que es posible valorar algunos aspectos positivos que nos deben hacer ser optimistas, no sólo de cara a la cita del EuroBasket ’09 en Polonia el próximo mes de septiembre, sino para las competiciones que se celebren en años venideros.

Si los contratiempos habituales entran dentro de los planes de cualquier proceso de preparación, este verano las lesiones se han cebado de forma más virulenta en una plantilla que no se ha parado a lamentarse ante la mala suerte, demostrando una vez tener un recorrido ilimitado, o al menos desconocido.

Para los aficionados a especular con el futuro de la selección, ya sea por tener un perfil previsor o por disfrutar elaborando teorías apocalípticas, el Torneo MARCA Ciudad de Sevilla debería haber sido el escenario perfecto para, de un plumazo, borrar sus miedos ante lo que pueda depararle a España los próximos campeonatos.

En el Pabellón San Pablo pudimos ver a un Marc Gasol ubicuo, en continua actividad obligado por las circunstancias, que tienen a su hermano en el dique seco y no permitieron a Felipe Reyes estar al cien por cien en los tres partidos que se disputaron. El mediano de la saga de Sant Boi ha conseguido que conjuguemos su nombre junto al verbo ‘estilizar’, algo que parecía improbable hace pocos años. A su tremenda potencia física ha aunado una rapidez de movimientos verdaderamente envidiables para un ‘5’ de su tamaño, una mezcla explosiva cuando se combina con su buena visión de juego, especialmente en la circulación de balón desde el poste bajo hacia los jugadores exteriores.

Con Víctor Claver ha pasado algo similar. Tras la lesión de Alex Mumbrú, hemos visto como el valenciano ha dejado definitivamente atrás sus problemas de rodilla para volver a encarar el aro con balón como pocos aleros altos son capaces. Como presenciamos en Sevilla, donde su progresión fue notable, su salto le permite ser una gran amenaza en el rebote ofensivo y una garantía en el defensivo.

Lo de Ricky es un caso aparte. Inmerso en una situación compleja, el base ha vuelto a sorprendernos: conocíamos su madurez, pero no imaginábamos una respuesta tan intensa en momentos de tanta incertidumbre. Muchos veteranos en su situación hubieran deseado tener la fortaleza mental de la que ha hecho gala el genio de El Masnou a lo largo de los cuatro partidos de esta Gira Eñemanía ‘09, en los que ha sido capaz de salir al campo y rendir a un alto nivel, con ese juego alegre y creativo que siempre suma en positivo en todos los apartados estadísticos relacionados con la producción.

Si los más jóvenes se sienten tan cómodos en la selección es porque no existe fractura generacional. Sin ánimo de seguir caminando por terreno ya transitado, la buena química es un hecho patente en el grupo, que se amolda a las necesidades del equipo y no a las propias, dejando ver un verdadero sentido del compromiso, cuyo significado ha tomado forma este año en la figura de Pau. Después de la temporada más larga de su vida y la satisfacción de haber ganado un anillo de la NBA, el jugador de los Lakers no ha dejado que una inoportuna lesión en un dedo de su mano izquierdo le prive de seguir entrenando para conseguir su objetivo, colgarse la medalla de oro el 20 de septiembre en Katowice.

martes, 19 de mayo de 2009

M2014

Hace unos meses, en el primer ‘post’ publicado en este blog, me parecía oportuno iniciar esta intermitente bitácora señalando como, desde que aparqué definitivamente mi carrera como jugador en 2006 para iniciar un nuevo camino en la FEB, he tenido la fortuna de vivir de forma cercana e intensa dos momentos tan importantes como son la histórica conquista de la medalla de oro en el Mundial de Japón ese mismo verano y la celebración del EuroBasket 2007 en nuestro país; un reto que, a pesar de no saldarse con el resultado que todos hubiéramos deseado en lo deportivo, se consolidó como un éxito organizativo a todos los niveles.

Entramos en la semana clave de nuestra candidatura para acoger el Mundial 2014 y no puedo evitar pensar que, de confirmarse nuestras aspiraciones, en cinco años podría reeditar esos dos momentos con el bagaje añadido que supone tener la experiencia de pisar un terreno recientemente transitado, el que abarca la organización de un evento de gran magnitud. Un proyecto ambicioso que, en este caso, y según los planes cuidadosamente tejidos en la FEB, daría comienzo con cinco años de antelación al propio acontecimiento deportivo y estaría caracterizado por su afán de llevar el baloncesto al último rincón de cada continente.

Por supuesto reconozco mi propio egoísmo por querer volver a implicarme en algo tan especial, pero no me cabe la menor duda que, si finalmente alcanzamos nuestro objetivo este sábado en Ginebra, la calidad organizativa que avala nuestro proyecto de candidatura, sumada al excelente estado de salud del baloncesto español -que a buen seguro va a perdurar- garantizará un éxito de convocatoria que hará del Mundial 2014 un fenómeno inolvidable en nuestro país.

miércoles, 22 de abril de 2009

La leyenda del indomable

A sus 68 años, Bobby Knight sigue dando guerra. Después de declarar hace unos meses que no descarta volver a entrenar si se le presentara un proyecto interesante y con posibilidades de trabajar con total libertad, ‘The General’ pasó hace pocos días por Bilbao para explicar de forma clara y cristalina las claves que, en su opinión, hacen que un equipo gane partidos; una serie de conceptos, en apariencia sencillos, que le ayudaron a ganar la friolera de 902 partidos en 42 temporadas en la NCAA.

Es posible que Knight sea uno de los entrenadores más controvertidos de todos los tiempos por su afición a protagonizar esos histriónicos ataques de ira con los que castigaba a jugadores, árbitros y periodistas, pero es innegable que el de Ohio, consciente o inconscientemente, ha sabido dibujar el autorretrato de un personaje irreverente capaz de cautivar al gran público y a los medios durante décadas con su voluble carácter -entre la nobleza y la locura-, y una rigurosa disciplina militar, adquirida en la academia de West Point, donde llegó al banquillo con sólo 24 años, que una inmensa mayoría de sus jugadores no ha dudado en alabar tras su paso por la universidad de Indiana.

En el mes de septiembre del año 2000, Knight caminaba por el campus de Indiana cuando Kent Harvey, un ‘freshman’ o estudiante de primer año, le espetó un “What´s up Knight?” (“¿Qué pasa, Knight?”), que el entrenador interpretó que carecía del debido respeto que su posición le otorgaba, por lo que decidió sujetar a Harvey por el brazo para explicarle que la manera correcta de saludarle sería refiriéndose a él como Coach Knight o Mr. Knight. El estudiante declaró haber sido agredido por Knight y el incidente provocó que Myles Brand, presidente de la universidad y de la propia NCAA, ejecutara el ultimátum de ‘tolerancia cero’ que había dado al técnico días semanas atrás, para exigirle la dimisión, algo que Knight rechazó de plano para ser cesado a continuación.

Resulta absurdo pensar que una situación de ese tipo pusiera fin a la carrera de Knight en Indiana, tras haber conseguido tres campeonatos nacionales y haber entrenado allí desde el año 1971, pero el paso del tiempo, cediendo protagonismo al jugador por encima del entrenador, y los reiterados incidentes en los que se vio envuelto, precipitaron su ocaso al timón de los ‘Hoosiers’.

Basta decir que 6000 estudiantes presenciaron el discurso de despedida de Bobby Knight en el campus y que la policía aconsejó a Harvey que abandonará la ciudad por no poder garantizar su seguridad tras la avalancha de amenazas de muerte que el joven estudiante recibiría tras conocerse la destitución del mítico entrenador para comprender su profundo calado entre los alumnos del centro.

Knight buscó refugió en la árida ciudad de Lubbock (Texas), cogiendo las riendas del equipo de baloncesto de Texas Tech, un proyecto castigado en los años 90 por la férrea normativa de la NCAA tras detectar irregularidades en el proceso de ‘recruiting’. Pero en 2008, el técnico se confesó “cansado” y decidió dar paso a su hijo, subalterno en el cuerpo técnico, abandonando su puesto.

Personalmente, pude ser testigo del irresistible atractivo de Knight sobre sus seguidores en 1993, cuando mi universidad formó parte del torneo de pretemporada ‘Maui Invitational’, celebrado en Hawaii. Llevaba pocos meses en EEUU y aún era ajeno a toda la parafernalia de la NCAA y al reconocido prestigio del torneo, que contaba en cartel con la presencia de las universidades como Indiana, Maryland, Michigan o Utah y con la presencia de jugadores como Juwan Howard, Keith Van Horn, Joe Smith o Sarunas Jasikevicius, con quien me había enfrentado en los europeos de formación que nuestras respectivas selecciones habían disputado, y que charló conmigo en el hotel sobre todo aquel circo en el que nos veíamos inmersos.

La noche antes del partido se celebró una cena de inauguración multitudinaria para equipos y los seguidores de cada universidad allí desplazados en una de las salas más grandes del hotel. Los entrenadores presidían en un estrado con una gran mesa y un atril en el que habrían de dar un breve discurso, salpicado por chistes que o eran realmente malos, o yo no aún comprendía. Me inclino por lo primero. Entre todos los técnicos había una silla vacía. Instantes antes de dar comienzo el acto de apertura, se abrieron dos puertas a uno de los lados de la sala y accedieron por ella un grupo de unas seis o siete personas que lucían jerseys de un rojo vivo. En breves segundos, los aficionados de Indiana, en su mayoría señoras y señores de mediana edad, se levantaron de sus sillas y comenzaron a organizar una algarada tremenda entre aplausos y vítores. Yo no entendía nada hasta que reconocí, detrás de los tres primeros integrantes del grupo, la característica cabellera de Knight, como un plato de angulas, y un semblante de pocos amigos que dejaba claro que no tenía la menor gana de asistir al banquete. Ningún otro entrenador presente generó una reacción parecida.

Aunque siempre haya exhibido ese lado arisco, Knight ha sabido rentabilizar su imagen dura con su incontestable conocimiento del baloncesto, ya sea en apariciones triviales en un anuncio de Volkswagen en el que la toma con un viejo ‘Beetle’ hasta arrojar un sillón -de la misma forma que arrojaba su silla al parqué- preso de la ira (podéis verlo aquí), o en espacios de más fundamento como analista de la NCAA para la cadena ESPN.

Con sus detractores, Knight siempre ha querido ser lo más claro posible, tal y como dejó patente en una de sus célebres citas: "When my time on earth is gone, and my activities here are past, I want they bury me upside down, and my critics can kiss my ass." (Cuando mi tiempo en la tierra se haya acabado y mis actividades aquí pertenezcan al pasado, quiero ser enterrado boca abajo para que así mis críticos puedan besarme el culo).

lunes, 23 de marzo de 2009

“Texan by birth, Aggie by the Grace of God”

Ha comenzado la locura. Los engranajes de la compleja maquinaria de la ‘March Madness’ de la NCAA, que tantos ríos de tinta hace correr cada año por estas fechas, se mueven imparables e implacables dejando un rastro de cadavres exquis, universidades ilustres incapaces de avanzar por el cada vez más estrecho pasillo de un 'bracket' que este año ha gozado de aún más presencia en los medios que cualquier otra temporada tras la cacareada -y nada certera- predicción del presidente Obama.

A título personal, tras un inolvidable pasado como ‘Aggie’ durante los casi cinco años que pasé en la universidad de Texas A&M, este año seguí con mayor intensidad el desenlace del ‘Selection Sunday’, esa peculiar reunión dominical de un comité de sabios que incluye a los presidentes de las conferencias, ex entrenadores y analistas de prestigio, que determinarán los emparejamientos con los que dará comienzo “El Gran Baile”.

Si bien no tenemos (y pasará mucho tiempo hasta que así sea) la solera de otros caídos como UCLA, Maryland, Michigan o Texas -nuestro histórico rival-, todos ellos frecuentes habitadores de los últimos recuadros del 'bracket', no dejo de sorprenderme cuando veo a los míos en esta tesitura, impensable años atrás. Este año nos hemos despertado del sueño en la segunda ronda, vapuleados por UConn (92-66) tras habernos deshecho de Brigham Young en la primera fase (66-79).

Si en mi periplo universitario, allá por los años 90, la universidad sufría para mantener una digna posición en la mitad de una tabla con más de 300 equipos, los que conforman la División I de la NCAA, cargando siempre con la etiqueta de eterno proyecto al alza, la construcción del Reed Arena, numerosos cambios en el cuerpo técnico y un eficiente trabajo de ‘recruiting’ trajeron al fin a jugadores de renombre, que pusieron los sólidos cimientos de un ambicioso programa que finalmente empezaría a consolidarse en la temporada 2004-05 con la llegada de Billy Gillespie, que llevó al equipo a conseguir una invitación para el NIT de ese año, un dulce preludio de lo que acontecería un año después con la primera incursión de los ’Aggies’ en una ‘March Madness’ desde 1987, una entrada esperanzadora a pesar de truncarse en la segunda ronda del torneo.

En 2007, los seguidores de Texas A&M se frotaban los ojos incrédulos cuando leían que las predicciones situaban al equipo, liderado por Acie Law, un alero anotador y especialista en anotar la canasta ganadora (de ahí su apodo: ‘Captain Clutch’), entre las diez mejores universidades de la nación. Para que se hagan una idea, Wikipedia define el período entre 1988 y 2005, en el que se incluye, claro está, mi paso por la universidad, como ‘The dark ages’ (algo así como ‘el período oscuro’), mientras que a partir de 2005 acuñan un nuevo término: ‘Modern resurgence’ (el resurgir moderno’). Supongo que es lo que tiene formar parte de la historia viva, o, como pensarán muchos, muerta y enterrada, de cualquier proyecto. El caso es que el equipo no sólo participó en el baile sino que se coló entre los ‘Sweet Sixteen’, sellando la temporada como la novena universidad del país según los analistas, la mejor posición de la historia de la institución tejana.

Con tres 'Aggies' en la NBA (Antoine Wright, Dallas Mavericks; Acie Law, Atlanta Hawks; y DeAndre Jordan, Los Ángeles Clippers), Texas A&M parece haberse sacudido, al fin, su eterno rol de aspirante y de universidad “futbolera” para, poco a poco, por méritos propios y asiduos "ataques de locura", ganarse el respeto de los, admitámoslo ahora que nos va bien, envidiados Longhorns de la universidad de Texas. Porque para los estudiantes de nuestro centro, que pegan en los parachoques de sus coches pegatinas con lemas como “Texan by birth, Aggie by the Grace of God”, es muy duro comprobar como, una y otra vez, es el vecino y no uno mismo el que siempre compite con la vitola de ser el mejor equipo de baloncesto del estado.

martes, 13 de enero de 2009

Martes y 12+1

Oigo en la radio una interesante tertulia con motivo de esa coincidencia que tantos consideran fatídica y que nos ha deparado, ya en enero, el primer martes y trece del año. Subrayo que se trata del primero porque en octubre -aviso para supersticiosos- se repetirá de nuevo este fenómeno. Tal y como explica un psicólogo en el programa, la fobia o temor irracional al número 13 y a las nefastas consecuencias que acarrea vincularse con esta cifra ha llegado a ser descrita en los libros de psicología clínica como una rara patología denominada “triskaidekafobia”.

Al parecer, esta superstición, arraigada fuertemente en los países occidentales, debe su origen a motivos religiosos y ha adquirido un poso tan profundo en estas culturas que ya no nos sorprendemos al ver que ciertos hoteles han elegido eliminar “esa planta” del edificio o al oir que algunas personas prefieren no viajar o realizar gestiones de importancia en ese día.

Sin embargo, en el baloncesto, un deporte que, como casi todas las disciplinas o juegos de azar, está invadido por las supersticiones, la aprensión hacia el número 13 no parece haberse consolidado con fuerza y son muchos los jugadores que escogen lucir esa cifra en sus dorsales sin otorgarle el mal fario que tantos otros le presuponen. A Wilt Chamberlain, desde luego, no pareció importarle mucho llevar ese dorsal -el mismo que vestiría durante la totalidad de su longeva carrera- cuando anotó 100 puntos ante los Knicks en 1962.

O quizás la razón por la que el baloncesto ha dado esquinazo a esta creencia se deba a que James Naismith, el célebre inventor de este deporte, decidió encarar este asunto desde el principio fijando en 13 las reglas fundamentales para jugar a este deporte. Es de suponer que el canadiense, ocupado en otros menesteres, no valorara en absoluto esta premisa a la hora de diseñar las normas, ¿o sí?. Lo cierto es que, visto el saludable estado de forma del deporte de la canasta, el profesor Naismith cercenó de raíz la asociación de esta cifra y el baloncesto a la mala suerte.

La psicología atribuye el uso de la superstición a una necesidad del individuo de tener las cosas bajo control, a otorgar causalidad a la casualidad; a creer que, siguiendo un determinado rito, evitaremos que el destino nos juegue una mala pasada. En definitiva, tener la capacidad de alterar el resultado de las cosas mediante la consecución de actos de cualquier índole. Ponerte antes el calcetín izquierdo antes que el derecho para salir a jugar cuesta poco trabajo y puede servir de refuerzo, pero rechazar dar la mano de tiro a tus compañeros, o simplemente evitar que te la toquen (la mano, claro), horas antes del partido, empieza a rayar lo obsesivo.

Como jugador nunca tuve una superstición fija que me acompañara a lo largo de toda mi carrera, pero durante largas temporadas sí que me ceñí a determinados hábitos que bien podrían calificarse como supersticiones (ducharme antes de jugar) o a rituales que ilustran de forma clara y cristalina el concepto sobre el que ahora escribo (garabatear algo concreto sobre el vendaje de uno de mis tobillos antes de los entrenamientos y partidos).

Es difícil no caer en rutinas que nos ofrezcan una sensación de seguridad y confianza, es algo que sucede en todos los aspectos de nuestras vidas, de ahí viene lo de que “el hombre es un animal de costumbres”. No obstante, la psiquiatría considera que un comportamiento supersticioso exagerado puede llegar a convertirse en una patología o trastorno que repercuta seriamente en la calidad de vida del que lo sufre, como es el caso de los enfermos aquejados con un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), una enfermedad sobre la que escribía Lucio Angulo, en clave de humor y de forma brillante, hace unos meses en su ‘blog’.

* Hace muchos años, Mark Twain se refirió de manera irónica a la relación supersticiosa entre levantarse temprano y ser favorecidos por la ayuda de Dios con las siguientes palabras: “No os dejéis engañar por este absurdo dicho. Conocí a un tipo que lo hizo. Se levantó al alba y un caballo le dio un mordisco”.