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lunes, 29 de diciembre de 2008

De tiros libres

Leemos en los últimos días noticias sobre dos grandes jugadores, José Manuel Calderón y Shaquille O´neal, que, por razones diametralmente opuestas, se han convertido en protagonistas de la actualidad con un mismo apartado del juego en común: el tiro libre.

Por un lado, la racha de tiros libres anotados de forma consecutiva por Calderón asciende ya hasta los 69 lanzamientos sin fallo. En la presente temporada, son 66 los lanzamientos ya convertidos, a los que hay que añadir los últimos 3 que anotó al término de la ‘regular season’ de la campaña anterior. Ya que la NBA no contabiliza los tiros libres anotados en playoff, los 5 de 5 intentos que Calderón anotó en la breve incursión de los Raptors en la lucha por el título en la temporada 2007/08 quedan excluidos de su carrera por el récord. Así, rozando la marca de 74 tiros libres que firmó Steve Nash temporadas atrás, Calderón se ha mostrado infalible en un aspecto del juego en el que hace pocos años firmaba resultados simplemente correctos.

Examinemos ahora el caso de O´neal, sin duda el jugador más determinante de la NBA a lo largo de muchas temporadas. El caso del pívot de los Suns es noticia porque está a un paso de convertirse en el segundo jugador de la historia de la NBA en alcanzar los 5000 fallos desde la línea, sólo superado por Wilt Chamberlain, que dejó el listón muy alto (o bajo) con 5,085 lanzamientos errados. Dudoso honor para dos de los jugadores más arrolladores de la historia del baloncesto. Es cierto que las comparaciones son odiosas, pero, ahora, con Shaquille, éstas adquieren un innegable tinte tragicómico, tal y como reflejaba hace poco más de una semana el periodista Kerry Freyne desde Boston en un artículo publicado por el diario ‘Marca’. Y es que si Larry Bird regresara a las canchas, podría fallar sus primeros 3000 tiros libres y tener mejor porcentaje que ‘Shaq’… Pero aún hay más, Steve Nash, su compañero de equipo, necesitaría 200 años y 17000 partidos para llegar a los 5000 fallos siempre que mantuviese la legendaria efectividad de la que ha hecho gala estos años.

Lo cierto es que Calderón y O’neal son jugadores totalmente distintos en casi todas las facetas del juego (aunque alguna vez hayamos visto a O´neal subir el balón o incluso irse de su defensor con un auténtico ‘crossover’ de ‘jugón’); como también es cierto que el hecho de que ambos coincidan en los diarios por este motivo no deja de ser una mera anécdota. Sin embargo, es una información que también resulta útil para apreciar el impacto psicológico que provoca lanzar un tiro libre en algunos jugadores de baloncesto.

Hablando de este tema con José Manuel Beirán, excelso tirador como jugador en activo, y que en la actualidad ejerce como psicólogo asesorando a deportistas de múltiples disciplinas, me explicaba que la mayoría de jugadores son capaces de mejorar ostensiblemente su tiro combinando un entrenamiento técnico con unas pautas bastante simples a nivel mental. El que fuera medallista en Los Ángeles en 1984 también me contaba que, indudablemente, algunos jugadores nacen con un talento especial para tirar a canasta, pero que, no obstante, casi cualquiera puede mejorar sustancialmente su porcentaje aplicando ciertas correcciones a su mecánica de tiro y creándose una rutina previa al lanzamiento. A pesar de todo, el ex jugador del Real Madrid también me confesaba haberse encontrado con algún caso verdaderamente difícil, en el que la mejora era casi inexistente después de muchas horas de trabajo.

No es el caso de ‘Calde’, del que sabemos que, en los últimos años, ha trabajado concienzudamente, ayudado por su padre, para corregir su mecánica y no abrir tanto el codo del brazo derecho al armar el tiro, no sólo desde la línea de 4,60 sino en líneas generales, algo que, a pesar de no llamar demasiado la atención, se nota al verle tirar con un estilo más depurado. Las estadísticas están ahí y no mienten. Ha mejorado en prácticamente todos los apartados del tiro, sólo basta con mirar a su porcentaje de tiros libres y de tres puntos en sus cuatro campañas en la NBA para apreciar una clara mejoría año a año.

Y en cuanto a ‘Shaq’, desconozco el tiempo que habrá invertido en mejorar su tiro, aunque supongo que a un jugador que va tantas veces a la línea le interesa más que a ninguno elevar su porcentaje. Quizá sus enormes manos sean un lastre demasiado pesado para él, (¿han probado a tirar con un balón de balonmano a canasta?, la precisión a la hora de anotar se resiente sensiblemente cuánto más pequeño es el balón), quizá no haya podido corregir su mecánica de tiro a tiempo, o quizá, sencillamente, sea un caso perdido que ya se ha dejado por imposible.

En cualquier caso, y a pesar de ser noticia por obtener resultados antagónicos sobre un mismo aspecto del juego, ‘Shaq’ y ‘Calde’ son dos extraordinarios jugadores que siguen haciendo las delicias de los aficionados noche tras noche en la NBA.

martes, 11 de noviembre de 2008

Scouting

Como para casi todo en la vida, cada entrenador tiene un método, y cada método, un intrincado funcionamiento que le diferencia de sus colegas por la manera que tiene de hablar a sus jugadores, de dirigir los partidos y entrenamientos o de preparar cada encuentro.

Creo que no es ningún secreto que los jugadores no encuentran demasiado atractivas las sesiones de video previas y posteriores a un partido. Y sí, sabemos que es una parte esencial y absolutamente necesaria para la preparación de un partido, pero aun así, la tendencia natural del jugador le provoca sentirse incómodo si abandona su entorno más conocido: la cancha.

Por esta razón, muchos entrenadores suelen acomodar estas sesiones para que la relación 'tiempo empleado/información entregada' sea lo más equilibrada posible y así conseguir transmitir de forma más efectiva aquellos datos que le serán útiles al equipo para enmendar errores, atacar y defender al equipo rival, etc, etc. Sin embargo, a veces, el concepto de equilibrio de algunos entrenadores puede sobrepasar los límites de lo humanamente tolerable y, en otras, dejar a los jugadores con una extraña sensación de videus interruptus. Por supuesto, esta última situación es poco frecuente, aunque he de confesar que, a lo largo de mi carrera, tuve un entrenador que era un seguidor acérrimo de esta técnica, al cual, en una ocasión, y juro que esto es cierto, le tuvimos que rogar continuar viendo un video porque nos sentimos algo inseguros después de ver un total de unos 8 o 9 minutos de metraje sobre el equipo rival.

Pero, por otro lado, no hay nada más desalentador que llegar a las instalaciones del club en una tarde de domingo, tras perder un partido, y asistir, desolados, a ese momento en el que el segundo entrenador pone la cinta de video y que, justo en el instante en el que el árbitro tira el balón en el salto inicial, se oiga un escueto “¡para!” y la imagen del balón quede congelada en el aire, como nuestras expresiones, para que el entrenador se pase los siguientes 15 minutos explicando porqué razones nos hemos colocado mal para la lucha. Entonces, los jugadores se miran unos a otros y, sin hablar, con tan sólo una triste mirada cómplice, corroboran entre sí el mal comienzo de una reunión que promete ser tan larga como los entrenamientos que le seguirán en la semana.

A menudo, los entrenadores acompañan estas charlas con un dossier que consiste en hojas fotocopiadas que recogen información sobre el equipo contrario, jugador por jugador, y sus sistemas. Una costumbre importada de EEUU, donde desde hace décadas entregan verdaderos tochos llamados ‘scouting reports’ en los que se detallan al milímetro las tendencias y vicios (en el campo) de cada jugador del otro equipo.

La pasión por el detalle en la NCAA es tal que genera un desmedido afán por innovar hasta límites insospechados. Así, mientras jugaba en la universidad de Texas A&M, no salía de mi asombro al ver que, cada día de partido, teníamos que hacer un examen tipo test sobre el scouting que nos había entregado el cuerpo técnico el día anterior y responder a 10 preguntas sobre el contenido del mismo. Verídico. De repente, me encontraba sentado en una sala mal iluminada, sometido al estricto control de un entrenador llamado Mitch Buonaguro -un personaje digno de figurar como extra en ‘Los Soprano’-, haciéndole gestos a un compañero para que me ‘soplara’ en voz baja hacia que lado prefería fintar un tal Chauncey Billups o si a Paul Pierce le gustaba hacer una salida cruzada con bote en sus penetraciones. Algo que no debía inspirar demasiada confianza sobre mi preparación para el partido al que yo le hacía las señas pero que, claro, era infinitamente mejor que suspender el examen y no salir luego a jugar.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Cómo hemos cambiado

El pasado 24 de octubre se cumplieron 20 años desde la primera incursión de la NBA en Europa con la celebración del Open McDonald´s en Madrid con la participación de los históricos Boston Celtics, que llegaron a la capital con una plantilla inolvidable formada por jugadores de la talla de Larry Bird, Robert Parish, Kevin McHale, Danny Ainge o Dennis Johnson. Era 1988 y cruzar el charco para jugar en la mejor liga del mundo era una empresa improbable para los jugadores europeos; tan sólo unos pocos conseguían atraer la atención de los General Managers, que aún no veían en nuestro continente el filón del que se abastecen año tras año en la actualidad.

La temporada anterior, Fernando Martín se había convertido en el único español en dar el salto a la NBA de la mano de los Portland Trail Blazers, una de las primeras franquicias en apostar por el mercado europeo. Una experiencia poco gratificante que no le sedujo, y que motivó su regreso un año después al Real Madrid, donde coincidió con Drazen Petrovic, que seguiría sus pasos un año más tarde para iniciar la aventura americana, también en el equipo de Oregon. Ya se ha hablado muchas veces de las numerosas coincidencias -tan trágicas en determinados momentos- en las carreras de estos dos geniales jugadores que fueron precursores del baloncesto europeo en la NBA.

Por aquel entonces yo tenía 12 años y, cada sábado de madrugada, viendo ‘Cerca de las Estrellas’, me quedaba embobado con las imágenes que narraba tan apasionadamente Ramón Trecet junto a Esteban Gómez. Con ellos me convertí en seguidor de los Celtics, y cuando descubrí que estarían en Madrid para jugar contra mi otro equipo del alma, el Real Madrid, decidí no parar hasta conseguir que mis padres nos llevaran a mí y a mi hermano a verlo. Benditos sean los dos. Una semana después, allí estábamos, sentados en el Palacio de Deportes y boquiabiertos sin saber donde fijar nuestros ojos, abiertos como platos, imagino que bajo la divertida mirada de mi padre que seguramente no nos había visto tan inmóviles desde que nos compraron el CinExin. Disfrutamos cada minuto de un partido del que salimos con la impresión de que el Real Madrid había puesto en apuros a los Celtics a pesar de que el marcador final (111-96) no evidenciaba tanta igualdad.

Llegaron los 90 y algo empezó a gestarse en el viejo continente. Poco a poco, veíamos como más jugadores emigraban a perseguir el sueño americano y ya no nos sorprendía comprobar que no sólo se les plantaba cara a los equipos NBA en las giras de pretemporada, sino que era posible arrancarles una victoria. Cambiamos de siglo y todo se volvió agradablemente imprevisible para el baloncesto español cuando vimos como Pau Gasol se convertía en rookie del año, Utah ponía sus ojos en Raül López, Toronto en José Manuel Calderón y Portland en Sergio Rodríguez. A partir de entonces ya no paramos. Pau disputó un All-Star y se consolidó como jugador franquicia en Memphis, Calderón se convirtió en el cerebro de los Raptors y siguieron llegando jugadores nacionales a la liga: Garbajosa en 2006, Navarro en 2007 y por último Rudy Fernández y Marc Gasol en 2008. Entre medias, la selección se coronó campeona del mundo en Japón, plata en el EuroBasket ’07 y plata de nuevo en los JJOO, tras poner en entredicho la superioridad del ‘Redeem Team’ en el partido que muchos medios de comunicación ya han calificado como “el mejor de la historia”.

Ahora que las imágenes de Rudy hundiendo el balón sobre Dwight Howard dan la vuelta al mundo y que el Barça tutea a los Lakers en el mismísimo Staples Center, donde Pau disputó la final de la NBA el pasado mes de junio, es difícil pensar que será lo siguiente. ¿Un número uno del draft? Como se suele decir, tiempo al tiempo, pero poco...

martes, 14 de octubre de 2008

On the road

A nadie se le escapa que no todos clubes disponen del mismo presupuesto para afrontar la temporada; una circunstancia que lógicamente constituye un factor decisivo para los intereses de un equipo. Tener dinero no sólo significa fichar bien, sino poder gozar de las condiciones más idóneas para que la plantilla pueda alcanzar su objetivo -es decir, ganar partidos- con garantías.

De la misma forma en la que jugar a domicilio puede ser una simple e inocua rutina para los más pudientes, que disfrutan de las considerables ventajas que supone desplazarse en avión el día previo al partido para hacer noche y descansar antes de choque, para otros, llegar a su destino puede ser un viaje interminable, una larga travesía por el desierto de la que únicamente se puede obtener como lectura positiva la inagotable cantidad de sucesos e historias para no dormir que suelen acontecer en estos trayectos.

El periplo desde A Coruña hasta Los Barrios para disputar un solo partido, tal y como nos sucedió en dos ocasiones durante en mi estancia en el desaparecido Sondeos del Norte de 2002 al 2004, significó para mí una experiencia alucinante sin parangón en mi carrera como jugador de baloncesto. Abandonar Galicia a medianoche para permanecer confinado durante 16 horas en un autobús adaptado de manera artesanal con colchones de gomaespuma en el suelo para poder dormir, devorando malas películas o apostando en cualquier juego de azar -desde la clásica pocha hasta partidas de bingo pasando por el poker tipo Texas hold ‘em- no parece la mejor estrategia para llegar en las mejores condiciones físicas a un partido, pero, a pesar de todo, esta era la única opción que podía permitirse un club modesto como aquel para realizar este tipo de desplazamientos. Con todo, las dos temporadas en las que recorrimos Portugal arriba y abajo rumbo a Algeciras nos dejaron un equilibrado balance: una victoria y una derrota.

Las noches en estos viajes se hacen interminables. Después de ver dos o tres obras maestras del cine de autor al estilo de “Zoolander”, “Estoy hecho un animal” o “Road trip: viaje de pirados” -películas de referencia para tantos y tantos equipos en los últimos años-, conciliar el sueño en unos colchones en el suelo, hacinado junto a tus compañeros y escuchando el incómodo runrún del motor entre bruscos cambios de temperatura, se convierte en una labor imposible. En esos momentos, compartiendo olores de todo tipo, o los ronquidos de un pívot nigeriano de 125 kilos al que escoges sabiamente no despertar, es inevitable formularse la misma pregunta que asaltaba a Lucio Angulo en uno de sus posts sobre la posibilidad de haberse excedido, aunque sea de manera involuntaria, en la premisa de “hacer equipo”.

Las paradas para repostar también dan mucho juego. Imagínense por un momento el careto de un operario de una gasolinera, a las tantas de la madrugada y en medio de Dios sabe donde, al ser abordado por una decena de tíos de dos metros liderados por un tipo de 2,07 con una camiseta blanca de tirantes hasta las rodillas, cadenas de oro y un afro electrizado que dejaría el peinado del mismísimo Don King en un simple flequillo, demandando la apertura de la tienda en un español macarrónico con el fin de abastecerse de patatas fritas y coca-cola. Muchas veces, ni nos abrían. En otra ocasión, desesperado, un jugador solicitó parar con carácter de urgencia para poder satisfacer la inoportuna llamada de la naturaleza, que le sobrevino en un autobús sin WC. Pues bien, el conductor, ni manco ni corto, paró de inmediato en el primer lugar que atisbó en el camino: uno de esos lugares que se anuncian con muchas lucecitas de neón. El jugador no se atrevió a entrar y prefirió ocultarse tras unos árboles a solucionar su asunto.

Hace algunos años, un club que encadenó una espectacular racha de victorias tras el parón navideño, y que finalmente conseguiría el ascenso en junio, decidió motivar a sus jugadores prometiéndoles que, mientras las cosas marcharan bien en el plano deportivo, se haría un esfuerzo para que todos los desplazamientos se hicieran en avión. Un incentivo más que interesante para ahorrarse kilómetros en la carretera y alargar un poco las carreras deportivas de algunos jugadores, pero bastante menos rentable a la hora de acumular vivencias y episodios verdaderamente imborrables.

lunes, 6 de octubre de 2008

Joe Alonso

Ahí sigue. 18 puntos, 3 asistencias y 21 de valoración en la primera victoria de la temporada de un necesitado CB Illescas ante el Ford Burgos. Aunque se prometa a sí mismo año a año que ese va a ser el último que dispute, Joe Alonso aún permanece en activo. No puedo evitar sonreír cada verano cuando algún amigo común -o el propio Joe- me cuenta que aún está bien para jugar y que podremos verle por las canchas otra temporada más.

Tirando de archivo y haciendo un ejercicio de retrospectiva, la hoja de servicios del madrileño nos muestra un historial más largo que la infancia de Heidi. A sus 37 años, Joe es una rara avis, un jugador único que ha conocido todas y cada una de las divisiones del baloncesto nacional, desde la lejana Primera B hasta la actual Adecco LEB Oro. De físico y talento maradonianos (afortunadamente su cerebro pertenece a otra escuela), alejado del perfil arquetípico del jugador de baloncesto actual, Joe ha encontrado su habitat natural en las competiciones federativas, por las que ha transitado con éxito a lo largo de casi dos décadas convertido en la pesadilla de tantos y tantos entrenadores que prácticamente no necesitan ver ya ningún video para recitar su scouting de carrerilla: gran tirador y driblador, buen manejo de ambas manos, pies muy rápidos, capaz de dividir y arrastrar a la ayuda para buscar al hombre abierto… Su primer bote desde 6,25 para dar un rapidísimo paso atrás, regresar de nuevo tras la línea de tres puntos y clavar un triple es ya una jugada clásica marca de la casa.

Y es que el veterano escolta posee una naturaleza competitiva que le obliga a pelear por ganar siempre, sea lo que sea que haya en juego. Doctorado cum laude en el juego de la pocha cuando los Gasol, Reyes y compañía no sabían lo que era un naipe, Joe es capaz de retarte a un 1x1 una hora antes de un partido, hacerse un esguince, provocar el consecuente ataque de nervios de su entrenador, meter el pie en hielo, vendarse el tobillo y salir a jugar como cualquier otro viernes, es decir, anulando a la defensa rival.

En el anecdotario de la etapa en la que coincidí con Joe en la Universidad Complutense hay más de una batallita con él como protagonista. ¿Se acuerdan de Raja Bell? En la pretemporada de la campaña 2002/03, el norteamericano, que se ha convertido en un jugador destacado en la NBA, vino a Madrid con el TAU para jugar un cuadrangular en el que nuestro modesto equipo se midió con el Real Madrid, el Lucentum Alicante (por entonces en la ACB) y el equipo vasco. En el primer partido del torneo, ante estos últimos, Joe le hizo un traje de 29 puntos a Bell, que no conseguía parar a su oponente para desesperación de Dusko Ivanovic, que esbozaba su característica sonrisa irónica desde el banquillo a cada canasta de nuestro ‘jugón’.

Pues bien, días después, Raja Bell abandonaría la disciplina de club vitoriano tras escuchar los cantos de sirena de la NBA, recalando en los Dallas Mavericks, donde se empezaría a labrar una merecida reputación como defensor de extrema dureza, bordeando los límites de la legalidad y protagonizando altercados con Kobe Bryant o Andrea Bargnani por los que sería sancionado. Desde Madrid, ya en octubre, nosotros nos imaginábamos a un Bell traumatizado por su experiencia con Joe Alonso, repitiéndole una y otra vez a Nowitzki en los entrenamientos: “No te lo puedes imaginar, Dirk, hay un chico gordito en España…”.

martes, 23 de septiembre de 2008

Toma de contacto

Pasó el fin de semana y como tantos otros años hemos podido comprobar que el nivel de las competiciones es muy alto. No fallaron la mayoría de los grandes favoritos al ascenso pero sí pudimos observar que no se puede subestimar a aquellos equipos recién llegados a sus correspondientes categorías. Es el caso del Leyma Basquet Coruña (Adecco LEB Plata) o el Clínicas Rincón Axarquía (Adecco LEB Oro): ambos conjuntos han dado un golpe en la mesa, jugando sin prejuicios y entrando en sus respectivas ligas sin temer a nadie, como demostraron frente al Gestibérica Vigo y al Tenerife Rural. En el choque frente los canarios, serios candidatos para ocupar los primeros puestos de la tabla, la labor de los malagueños fue encomiable, pues el equipo de Rafa Sanz tiene una de las plantillas más equilibradas de su categoría.

Para bien o para mal, cada equipo ya ha tenido su primera toma de contacto con la competición y los nervios del debut pueden quedar atrás. Todos los años vemos equipos que arrancan en un estado de forma envidiable, espoleados por la confianza que supone encadenar varias victorias de forma consecutiva. En el reverso de la moneda vemos a otros clubes que luchan durante semanas por encontrar una identidad que les convierta en un equipo ganador. Al igual que no es conveniente dejarse llevar la euforia, tampoco es práctico asumir una postura fatalista. Y sino, ahí están los datos de tantas otras temporadas. Lo hemos visto todo: desde largas rachas de victorias truncadas en mayo hasta conjuntos desahuciados que tras la Navidad escalan posiciones a una velocidad de infarto para entrar en los playoff como el ‘coco’ contra el que nadie quiere jugar.

Ignorar donde está tu equipo en la tabla es un acto de irresponsabilidad, pero mirar la clasificación una y otra vez para comprobar que sí, que sigues siendo tercero igual que ayer, puede distraer la atención de los verdaderos motivos por los que se decidió pelear tiempo atrás. No sé si hay una ecuación exacta para estar en lo más alto de la clasificación, pero parece sensato seguir cuidando los detalles en el trabajo diario mientras se templan los ánimos de aquellos que creen que ya han ganado algo más que un partido o sacando de la apatía a los que piensan que no se puede salir del hoyo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Una jornada incierta

A partir de este fin de semana cada resultado cuenta. Los técnicos saben que se puede seguir trabajando, que la temporada es larga y que aún quedan muchos meses por delante para perfeccionar detalles, pulir sistemas y encontrar el ritmo de juego apropiado. No obstante, también son conscientes de que cuando termine el último partido de la primera jornada en esta temporada 2008-09, la clasificación arrojará datos invariables y contundentes que colocarán a cada equipo en un lugar específico en la tabla. Atrás quedan los resultados de la pretemporada, que ya no son sino buenos augurios o alarmantes señales de que es necesario mejorar con prontitud. Ha llegado el momento de empezar a sumar, de tener en cuenta aspectos como el factor campo o el ‘basket average’ y decidir si el equipo sigue la dinámica deseada para lograr el objetivo final.

El primer partido reúne una serie de factores que, a pesar del bagaje de la pretemporada, hacen difícil ofrecer un pronóstico con garantías. Para el jugador es complicado no acusar los nervios del debut oficial, tanto si juega en casa -ante su propio público- como si lo hace a domicilio -en una cancha ajena y con la afición en contra-. Recuerdo las caras de muchos compañeros en la noche del estreno liguero como un amplio espectro de emociones. En el lado más positivo, el jugador de carácter tranquilo y sereno que inspira confianza a los demás, o el optimista, que se muestra sonriente y animado. Por otro lado, el exceso de motivación suele traicionar a otros jugadores, que se pasean agitados dentro del vestuario como leones enjaulados con la mente fija en el partido desde hace ya una semana. Otros optan por abstraerse del mundo exterior con la música de sus reproductores MP3, que sólo apagarán instantes antes de salir al parquet, en la charla previa al partido. Supongo que algo parecido sucederá con los técnicos, que a menudo han de cargar en soledad con una variada gama de sensaciones.

Me viene a la cabeza el caso de un jugador ACB con el cual coincidí en el extinto Sondeos del Norte (Leyma Basquet Coruña en la actualidad), que ideó una rutina como medida para calmar la ansiedad que le producía el partido de cada viernes como local y que consistía en irse a correr por la playa del Orzán tres o cuatro horas antes del comienzo del partido. Por sorprendente que le parezca a cualquier persona con un ápice de sentido común, este jugador que, claro está, atesora unas características físicas envidiables, solía rendir partido tras partido a un altísimo nivel, sin mostrar signo alguno de cansancio o debilidad. Supongo que hubiera sido más útil haberle enseñado a relajarse a través de otra actividad (la típica siesta, los videojuegos, un libro), y me imagino que a día de hoy la habrá encontrado, pero por aquel entonces, y con apenas 20 años, no se le ocurrió otro método mejor para aplacar sus nervios.

No debe resultar extraño encontrar resultados inesperados a la conclusión de la jornada inaugural, ya sea un favorito al ascenso que ha cedido una victoria ante un rival teóricamente inferior o un club modesto con el que nadie contaba y que se encarama sin vértigo a lo más alto de la clasificación. Cuarenta minutos dan para mucho. Ha llegado el momento de que cada club comience a unir los esfuerzos de todos sus implicados, desde directivos, entrenadores y jugadores hasta el cuerpo médico o los empleados del club, y busque su lugar en la tabla.

domingo, 14 de septiembre de 2008

La pretemporada

Ojeando la prensa cada verano es frecuente encontrar una opinión idéntica en boca de muchos entrenadores, que suelen coincidir al señalar a la pretemporada como una etapa crucial -algunos incluso la califican como la más importante- para la consecución de los objetivos que cada equipo se haya marcado para el final de la campaña.

Parece una conclusión lógica, ya que para afrontar la temporada en una forma física adecuada, conseguir formar un grupo homogéneo en el que los jugadores se acoplen al estilo de juego deseado y, en muchos casos, a la vida en una nueva ciudad, es necesaria una planificación bien estudiada según la configuración de cada plantilla. Tener el equipo al completo desde el primer día supone una ventaja significativa frente a aquellos clubes rivales a los que los fichajes aún traen quebraderos de cabeza y se encuentran inmersos en las movidas aguas del mercado estival esperando dar con la última pieza del puzzle: ya sea un ansiado ‘cuatro’ tirador que complete su juego interior o ese escolta especializado en labores defensivas.

Para el jugador esta etapa supone un duro mes de entrenamiento tras las vacaciones en el que habitualmente las temidas sesiones de preparación física priman sobre las técnicas con balón. Serán seis intensas semanas sin mucho más tiempo libre que el necesario para descansar, comer y dormir.

El primer día de pretemporada es como el primer día de colegio: si se repite con algún compañero o miembro del cuerpo técnico enseguida surgen las sonrisas y comentarios cómplices, se saluda a aquellos jugadores con los que no se ha compartido vestuario pero que ya son viejos conocidos tras años de múltiples enfrentamientos, y tienen lugar las presentaciones -más o menos formales según el carácter de cada compañero- entre jugadores desconocidos. Es el momento de empezar a integrar a los extranjeros en el equipo ya que, en algunos casos, el choque de culturas o la barrera idiomática pueden ser una barrera difícil de superar al principio y existe una cierta tendencia en estos jugadores a formar pequeños núcleos entre ellos si se sienten incomunicados.

También hay lugar para situaciones con un tinte cómico impagable, como observar el cambio de semblante del primer entrenador cuando comprueba, entre sorprendido e indignado, que al nuevo pívot americano de 2,10m -el mismo que iba a dominar la liga este año- no le ha sentado muy bien el viaje de avión y una vez en tierra no parece superar, en el mejor de los casos, los 204cm, o, poniéndonos un poco más crueles, presenciar la típica pájara de un compañero, que durante la primera sesión de carrera continua intenta ocultarse sin éxito tras las gradas de la pista de atletismo para vomitar sin ser visto. Una escena relativamente frecuente porque siempre hay alguien que llega a la pretemporada “algo” pasado de kilos y falto de ritmo.

Es una fase de preparación en la que los primeros partidos amistosos y el inicio de la temporada se perciben como la luz al final de un largo túnel plagado de agujetas, sobrecargas musculares y, con suerte, algún percance leve aislado como un esguince de tobillo o una incómoda lumbalgia, producidos por una avalancha de pruebas físicas y nuevos sistemas que serán vitales para garantizar el estado físico y táctico del equipo a lo largo del año.

Por último, y para restarle un poco de dramatismo a este ‘post’, habría que señalar que la pretemporada también es el momento idóneo para hacer pequeñas novatadas, organizar las primeras cenas de equipo y llevar a cabo alguna que otra excursión nocturna (hay que hacer piña).

lunes, 8 de septiembre de 2008

El baloncesto desde la barrera

Han pasado poco más de dos años desde que inicié una nueva etapa en el mundo del baloncesto -esta vez desde la barrera- y creo que sería justo decir que he encontrado una oportunidad única para seguir vinculado a un deporte al que le debo ya demasiados favores. Ha sido una larga relación que me ha permitido disfrutar jugando, viajar por todo el mundo, estudiar una carrera y elaborar una interminable lista de amigos y conocidos en un entorno absolutamente enriquecedor a muchos niveles.

Parece que no haya pasado tanto tiempo pero, mirando atrás, no puedo evitar sentirme agradecido por haber podido participar, de la mano del periodismo y la comunicación, y en tan poco tiempo, de varios momentos históricos en nuestro deporte: el oro en el mundial de Japón, la organización del Eurobasket ’07 y el Preolímpico Femenino de Madrid, la reciente plata de los JJOO de Pekín…

Pero eso no es todo. El día a día en la FEB me ha permitido seguir unido a esas ligas en las que años atrás milité como jugador, conocer su complejo funcionamiento interno -que desconocía- y colaborar en muchos otros proyectos como Tribasket, BasketFEB o este ‘blog’.

A través de esta sección me gustaría ofrecer mi experiencia como jugador para poder hablar de la actualidad en todas esas competiciones o cualquier otro aspecto relacionado con el deporte de la canasta y que todo el que lo desee se anime a debatir sobre todos estos temas con sus comentarios.

Espero poder leeros por aquí.