Pasó el fin de semana y como tantos otros años hemos podido comprobar que el nivel de las competiciones es muy alto. No fallaron la mayoría de los grandes favoritos al ascenso pero sí pudimos observar que no se puede subestimar a aquellos equipos recién llegados a sus correspondientes categorías. Es el caso del Leyma Basquet Coruña (Adecco LEB Plata) o el Clínicas Rincón Axarquía (Adecco LEB Oro): ambos conjuntos han dado un golpe en la mesa, jugando sin prejuicios y entrando en sus respectivas ligas sin temer a nadie, como demostraron frente al Gestibérica Vigo y al Tenerife Rural. En el choque frente los canarios, serios candidatos para ocupar los primeros puestos de la tabla, la labor de los malagueños fue encomiable, pues el equipo de Rafa Sanz tiene una de las plantillas más equilibradas de su categoría.
Para bien o para mal, cada equipo ya ha tenido su primera toma de contacto con la competición y los nervios del debut pueden quedar atrás. Todos los años vemos equipos que arrancan en un estado de forma envidiable, espoleados por la confianza que supone encadenar varias victorias de forma consecutiva. En el reverso de la moneda vemos a otros clubes que luchan durante semanas por encontrar una identidad que les convierta en un equipo ganador. Al igual que no es conveniente dejarse llevar la euforia, tampoco es práctico asumir una postura fatalista. Y sino, ahí están los datos de tantas otras temporadas. Lo hemos visto todo: desde largas rachas de victorias truncadas en mayo hasta conjuntos desahuciados que tras la Navidad escalan posiciones a una velocidad de infarto para entrar en los playoff como el ‘coco’ contra el que nadie quiere jugar.
Ignorar donde está tu equipo en la tabla es un acto de irresponsabilidad, pero mirar la clasificación una y otra vez para comprobar que sí, que sigues siendo tercero igual que ayer, puede distraer la atención de los verdaderos motivos por los que se decidió pelear tiempo atrás. No sé si hay una ecuación exacta para estar en lo más alto de la clasificación, pero parece sensato seguir cuidando los detalles en el trabajo diario mientras se templan los ánimos de aquellos que creen que ya han ganado algo más que un partido o sacando de la apatía a los que piensan que no se puede salir del hoyo.
martes, 23 de septiembre de 2008
miércoles, 17 de septiembre de 2008
Una jornada incierta
A partir de este fin de semana cada resultado cuenta. Los técnicos saben que se puede seguir trabajando, que la temporada es larga y que aún quedan muchos meses por delante para perfeccionar detalles, pulir sistemas y encontrar el ritmo de juego apropiado. No obstante, también son conscientes de que cuando termine el último partido de la primera jornada en esta temporada 2008-09, la clasificación arrojará datos invariables y contundentes que colocarán a cada equipo en un lugar específico en la tabla. Atrás quedan los resultados de la pretemporada, que ya no son sino buenos augurios o alarmantes señales de que es necesario mejorar con prontitud. Ha llegado el momento de empezar a sumar, de tener en cuenta aspectos como el factor campo o el ‘basket average’ y decidir si el equipo sigue la dinámica deseada para lograr el objetivo final.
El primer partido reúne una serie de factores que, a pesar del bagaje de la pretemporada, hacen difícil ofrecer un pronóstico con garantías. Para el jugador es complicado no acusar los nervios del debut oficial, tanto si juega en casa -ante su propio público- como si lo hace a domicilio -en una cancha ajena y con la afición en contra-. Recuerdo las caras de muchos compañeros en la noche del estreno liguero como un amplio espectro de emociones. En el lado más positivo, el jugador de carácter tranquilo y sereno que inspira confianza a los demás, o el optimista, que se muestra sonriente y animado. Por otro lado, el exceso de motivación suele traicionar a otros jugadores, que se pasean agitados dentro del vestuario como leones enjaulados con la mente fija en el partido desde hace ya una semana. Otros optan por abstraerse del mundo exterior con la música de sus reproductores MP3, que sólo apagarán instantes antes de salir al parquet, en la charla previa al partido. Supongo que algo parecido sucederá con los técnicos, que a menudo han de cargar en soledad con una variada gama de sensaciones.
Me viene a la cabeza el caso de un jugador ACB con el cual coincidí en el extinto Sondeos del Norte (Leyma Basquet Coruña en la actualidad), que ideó una rutina como medida para calmar la ansiedad que le producía el partido de cada viernes como local y que consistía en irse a correr por la playa del Orzán tres o cuatro horas antes del comienzo del partido. Por sorprendente que le parezca a cualquier persona con un ápice de sentido común, este jugador que, claro está, atesora unas características físicas envidiables, solía rendir partido tras partido a un altísimo nivel, sin mostrar signo alguno de cansancio o debilidad. Supongo que hubiera sido más útil haberle enseñado a relajarse a través de otra actividad (la típica siesta, los videojuegos, un libro), y me imagino que a día de hoy la habrá encontrado, pero por aquel entonces, y con apenas 20 años, no se le ocurrió otro método mejor para aplacar sus nervios.
No debe resultar extraño encontrar resultados inesperados a la conclusión de la jornada inaugural, ya sea un favorito al ascenso que ha cedido una victoria ante un rival teóricamente inferior o un club modesto con el que nadie contaba y que se encarama sin vértigo a lo más alto de la clasificación. Cuarenta minutos dan para mucho. Ha llegado el momento de que cada club comience a unir los esfuerzos de todos sus implicados, desde directivos, entrenadores y jugadores hasta el cuerpo médico o los empleados del club, y busque su lugar en la tabla.
El primer partido reúne una serie de factores que, a pesar del bagaje de la pretemporada, hacen difícil ofrecer un pronóstico con garantías. Para el jugador es complicado no acusar los nervios del debut oficial, tanto si juega en casa -ante su propio público- como si lo hace a domicilio -en una cancha ajena y con la afición en contra-. Recuerdo las caras de muchos compañeros en la noche del estreno liguero como un amplio espectro de emociones. En el lado más positivo, el jugador de carácter tranquilo y sereno que inspira confianza a los demás, o el optimista, que se muestra sonriente y animado. Por otro lado, el exceso de motivación suele traicionar a otros jugadores, que se pasean agitados dentro del vestuario como leones enjaulados con la mente fija en el partido desde hace ya una semana. Otros optan por abstraerse del mundo exterior con la música de sus reproductores MP3, que sólo apagarán instantes antes de salir al parquet, en la charla previa al partido. Supongo que algo parecido sucederá con los técnicos, que a menudo han de cargar en soledad con una variada gama de sensaciones.
Me viene a la cabeza el caso de un jugador ACB con el cual coincidí en el extinto Sondeos del Norte (Leyma Basquet Coruña en la actualidad), que ideó una rutina como medida para calmar la ansiedad que le producía el partido de cada viernes como local y que consistía en irse a correr por la playa del Orzán tres o cuatro horas antes del comienzo del partido. Por sorprendente que le parezca a cualquier persona con un ápice de sentido común, este jugador que, claro está, atesora unas características físicas envidiables, solía rendir partido tras partido a un altísimo nivel, sin mostrar signo alguno de cansancio o debilidad. Supongo que hubiera sido más útil haberle enseñado a relajarse a través de otra actividad (la típica siesta, los videojuegos, un libro), y me imagino que a día de hoy la habrá encontrado, pero por aquel entonces, y con apenas 20 años, no se le ocurrió otro método mejor para aplacar sus nervios.
No debe resultar extraño encontrar resultados inesperados a la conclusión de la jornada inaugural, ya sea un favorito al ascenso que ha cedido una victoria ante un rival teóricamente inferior o un club modesto con el que nadie contaba y que se encarama sin vértigo a lo más alto de la clasificación. Cuarenta minutos dan para mucho. Ha llegado el momento de que cada club comience a unir los esfuerzos de todos sus implicados, desde directivos, entrenadores y jugadores hasta el cuerpo médico o los empleados del club, y busque su lugar en la tabla.
domingo, 14 de septiembre de 2008
La pretemporada
Ojeando la prensa cada verano es frecuente encontrar una opinión idéntica en boca de muchos entrenadores, que suelen coincidir al señalar a la pretemporada como una etapa crucial -algunos incluso la califican como la más importante- para la consecución de los objetivos que cada equipo se haya marcado para el final de la campaña.
Parece una conclusión lógica, ya que para afrontar la temporada en una forma física adecuada, conseguir formar un grupo homogéneo en el que los jugadores se acoplen al estilo de juego deseado y, en muchos casos, a la vida en una nueva ciudad, es necesaria una planificación bien estudiada según la configuración de cada plantilla. Tener el equipo al completo desde el primer día supone una ventaja significativa frente a aquellos clubes rivales a los que los fichajes aún traen quebraderos de cabeza y se encuentran inmersos en las movidas aguas del mercado estival esperando dar con la última pieza del puzzle: ya sea un ansiado ‘cuatro’ tirador que complete su juego interior o ese escolta especializado en labores defensivas.
Para el jugador esta etapa supone un duro mes de entrenamiento tras las vacaciones en el que habitualmente las temidas sesiones de preparación física priman sobre las técnicas con balón. Serán seis intensas semanas sin mucho más tiempo libre que el necesario para descansar, comer y dormir.
El primer día de pretemporada es como el primer día de colegio: si se repite con algún compañero o miembro del cuerpo técnico enseguida surgen las sonrisas y comentarios cómplices, se saluda a aquellos jugadores con los que no se ha compartido vestuario pero que ya son viejos conocidos tras años de múltiples enfrentamientos, y tienen lugar las presentaciones -más o menos formales según el carácter de cada compañero- entre jugadores desconocidos. Es el momento de empezar a integrar a los extranjeros en el equipo ya que, en algunos casos, el choque de culturas o la barrera idiomática pueden ser una barrera difícil de superar al principio y existe una cierta tendencia en estos jugadores a formar pequeños núcleos entre ellos si se sienten incomunicados.
También hay lugar para situaciones con un tinte cómico impagable, como observar el cambio de semblante del primer entrenador cuando comprueba, entre sorprendido e indignado, que al nuevo pívot americano de 2,10m -el mismo que iba a dominar la liga este año- no le ha sentado muy bien el viaje de avión y una vez en tierra no parece superar, en el mejor de los casos, los 204cm, o, poniéndonos un poco más crueles, presenciar la típica pájara de un compañero, que durante la primera sesión de carrera continua intenta ocultarse sin éxito tras las gradas de la pista de atletismo para vomitar sin ser visto. Una escena relativamente frecuente porque siempre hay alguien que llega a la pretemporada “algo” pasado de kilos y falto de ritmo.
Es una fase de preparación en la que los primeros partidos amistosos y el inicio de la temporada se perciben como la luz al final de un largo túnel plagado de agujetas, sobrecargas musculares y, con suerte, algún percance leve aislado como un esguince de tobillo o una incómoda lumbalgia, producidos por una avalancha de pruebas físicas y nuevos sistemas que serán vitales para garantizar el estado físico y táctico del equipo a lo largo del año.
Por último, y para restarle un poco de dramatismo a este ‘post’, habría que señalar que la pretemporada también es el momento idóneo para hacer pequeñas novatadas, organizar las primeras cenas de equipo y llevar a cabo alguna que otra excursión nocturna (hay que hacer piña).
Parece una conclusión lógica, ya que para afrontar la temporada en una forma física adecuada, conseguir formar un grupo homogéneo en el que los jugadores se acoplen al estilo de juego deseado y, en muchos casos, a la vida en una nueva ciudad, es necesaria una planificación bien estudiada según la configuración de cada plantilla. Tener el equipo al completo desde el primer día supone una ventaja significativa frente a aquellos clubes rivales a los que los fichajes aún traen quebraderos de cabeza y se encuentran inmersos en las movidas aguas del mercado estival esperando dar con la última pieza del puzzle: ya sea un ansiado ‘cuatro’ tirador que complete su juego interior o ese escolta especializado en labores defensivas.
Para el jugador esta etapa supone un duro mes de entrenamiento tras las vacaciones en el que habitualmente las temidas sesiones de preparación física priman sobre las técnicas con balón. Serán seis intensas semanas sin mucho más tiempo libre que el necesario para descansar, comer y dormir.
El primer día de pretemporada es como el primer día de colegio: si se repite con algún compañero o miembro del cuerpo técnico enseguida surgen las sonrisas y comentarios cómplices, se saluda a aquellos jugadores con los que no se ha compartido vestuario pero que ya son viejos conocidos tras años de múltiples enfrentamientos, y tienen lugar las presentaciones -más o menos formales según el carácter de cada compañero- entre jugadores desconocidos. Es el momento de empezar a integrar a los extranjeros en el equipo ya que, en algunos casos, el choque de culturas o la barrera idiomática pueden ser una barrera difícil de superar al principio y existe una cierta tendencia en estos jugadores a formar pequeños núcleos entre ellos si se sienten incomunicados.
También hay lugar para situaciones con un tinte cómico impagable, como observar el cambio de semblante del primer entrenador cuando comprueba, entre sorprendido e indignado, que al nuevo pívot americano de 2,10m -el mismo que iba a dominar la liga este año- no le ha sentado muy bien el viaje de avión y una vez en tierra no parece superar, en el mejor de los casos, los 204cm, o, poniéndonos un poco más crueles, presenciar la típica pájara de un compañero, que durante la primera sesión de carrera continua intenta ocultarse sin éxito tras las gradas de la pista de atletismo para vomitar sin ser visto. Una escena relativamente frecuente porque siempre hay alguien que llega a la pretemporada “algo” pasado de kilos y falto de ritmo.
Es una fase de preparación en la que los primeros partidos amistosos y el inicio de la temporada se perciben como la luz al final de un largo túnel plagado de agujetas, sobrecargas musculares y, con suerte, algún percance leve aislado como un esguince de tobillo o una incómoda lumbalgia, producidos por una avalancha de pruebas físicas y nuevos sistemas que serán vitales para garantizar el estado físico y táctico del equipo a lo largo del año.
Por último, y para restarle un poco de dramatismo a este ‘post’, habría que señalar que la pretemporada también es el momento idóneo para hacer pequeñas novatadas, organizar las primeras cenas de equipo y llevar a cabo alguna que otra excursión nocturna (hay que hacer piña).
lunes, 8 de septiembre de 2008
El baloncesto desde la barrera
Han pasado poco más de dos años desde que inicié una nueva etapa en el mundo del baloncesto -esta vez desde la barrera- y creo que sería justo decir que he encontrado una oportunidad única para seguir vinculado a un deporte al que le debo ya demasiados favores. Ha sido una larga relación que me ha permitido disfrutar jugando, viajar por todo el mundo, estudiar una carrera y elaborar una interminable lista de amigos y conocidos en un entorno absolutamente enriquecedor a muchos niveles.
Parece que no haya pasado tanto tiempo pero, mirando atrás, no puedo evitar sentirme agradecido por haber podido participar, de la mano del periodismo y la comunicación, y en tan poco tiempo, de varios momentos históricos en nuestro deporte: el oro en el mundial de Japón, la organización del Eurobasket ’07 y el Preolímpico Femenino de Madrid, la reciente plata de los JJOO de Pekín…
Pero eso no es todo. El día a día en la FEB me ha permitido seguir unido a esas ligas en las que años atrás milité como jugador, conocer su complejo funcionamiento interno -que desconocía- y colaborar en muchos otros proyectos como Tribasket, BasketFEB o este ‘blog’.
A través de esta sección me gustaría ofrecer mi experiencia como jugador para poder hablar de la actualidad en todas esas competiciones o cualquier otro aspecto relacionado con el deporte de la canasta y que todo el que lo desee se anime a debatir sobre todos estos temas con sus comentarios.
Espero poder leeros por aquí.
Parece que no haya pasado tanto tiempo pero, mirando atrás, no puedo evitar sentirme agradecido por haber podido participar, de la mano del periodismo y la comunicación, y en tan poco tiempo, de varios momentos históricos en nuestro deporte: el oro en el mundial de Japón, la organización del Eurobasket ’07 y el Preolímpico Femenino de Madrid, la reciente plata de los JJOO de Pekín…
Pero eso no es todo. El día a día en la FEB me ha permitido seguir unido a esas ligas en las que años atrás milité como jugador, conocer su complejo funcionamiento interno -que desconocía- y colaborar en muchos otros proyectos como Tribasket, BasketFEB o este ‘blog’.
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