A partir de este fin de semana cada resultado cuenta. Los técnicos saben que se puede seguir trabajando, que la temporada es larga y que aún quedan muchos meses por delante para perfeccionar detalles, pulir sistemas y encontrar el ritmo de juego apropiado. No obstante, también son conscientes de que cuando termine el último partido de la primera jornada en esta temporada 2008-09, la clasificación arrojará datos invariables y contundentes que colocarán a cada equipo en un lugar específico en la tabla. Atrás quedan los resultados de la pretemporada, que ya no son sino buenos augurios o alarmantes señales de que es necesario mejorar con prontitud. Ha llegado el momento de empezar a sumar, de tener en cuenta aspectos como el factor campo o el ‘basket average’ y decidir si el equipo sigue la dinámica deseada para lograr el objetivo final.
El primer partido reúne una serie de factores que, a pesar del bagaje de la pretemporada, hacen difícil ofrecer un pronóstico con garantías. Para el jugador es complicado no acusar los nervios del debut oficial, tanto si juega en casa -ante su propio público- como si lo hace a domicilio -en una cancha ajena y con la afición en contra-. Recuerdo las caras de muchos compañeros en la noche del estreno liguero como un amplio espectro de emociones. En el lado más positivo, el jugador de carácter tranquilo y sereno que inspira confianza a los demás, o el optimista, que se muestra sonriente y animado. Por otro lado, el exceso de motivación suele traicionar a otros jugadores, que se pasean agitados dentro del vestuario como leones enjaulados con la mente fija en el partido desde hace ya una semana. Otros optan por abstraerse del mundo exterior con la música de sus reproductores MP3, que sólo apagarán instantes antes de salir al parquet, en la charla previa al partido. Supongo que algo parecido sucederá con los técnicos, que a menudo han de cargar en soledad con una variada gama de sensaciones.
Me viene a la cabeza el caso de un jugador ACB con el cual coincidí en el extinto Sondeos del Norte (Leyma Basquet Coruña en la actualidad), que ideó una rutina como medida para calmar la ansiedad que le producía el partido de cada viernes como local y que consistía en irse a correr por la playa del Orzán tres o cuatro horas antes del comienzo del partido. Por sorprendente que le parezca a cualquier persona con un ápice de sentido común, este jugador que, claro está, atesora unas características físicas envidiables, solía rendir partido tras partido a un altísimo nivel, sin mostrar signo alguno de cansancio o debilidad. Supongo que hubiera sido más útil haberle enseñado a relajarse a través de otra actividad (la típica siesta, los videojuegos, un libro), y me imagino que a día de hoy la habrá encontrado, pero por aquel entonces, y con apenas 20 años, no se le ocurrió otro método mejor para aplacar sus nervios.
No debe resultar extraño encontrar resultados inesperados a la conclusión de la jornada inaugural, ya sea un favorito al ascenso que ha cedido una victoria ante un rival teóricamente inferior o un club modesto con el que nadie contaba y que se encarama sin vértigo a lo más alto de la clasificación. Cuarenta minutos dan para mucho. Ha llegado el momento de que cada club comience a unir los esfuerzos de todos sus implicados, desde directivos, entrenadores y jugadores hasta el cuerpo médico o los empleados del club, y busque su lugar en la tabla.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
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1 comentario:
Creo que es labor de los entrenadores tratar de templar los nervios de sus jugadores en este primer partido. Al que salga pasado de revoluciones se le sienta un rato y asunto arreglado.
Un saludo
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